No solo el 8 de marzo es el día de pensar en la mujer, pues su importancia está presente en cada una de nuestras vidas. A ellas tenemos que agradecerles la vida y la supervivencia, el amor y la fuerza para ser lo que somos.
Pero, aunque en nuestro fuero interno se lo reconocemos, públicamente, la mujer no ha sido tenida en consideración, ni valorada. Tampoco hoy lo está en la plena igualdad de derechos con el hombre. ¡Y si en España la discriminación se deja ver, cuanto más es patente en la mujer inmigrante!
Ella carga con la familia en su país de origen y se ve obligada a inmigrar, desgarrando el corazón, para seguir sosteniendo a los hijos, la casa y con frecuencia también al marido. Por esta emergencia, no duda en realizar cualquier trabajo que le proporciones unos pequeños ingresos que rápidamente envía a los que quedaron lejos.
La mujer inmigrante es luchadora, le duele la distancia, la soledad y la diferencia de trato, pero tiene sus ojos puestos en sus hijos y en mejorar ¿Les ayudaremos en nuestra sociedad de acogida a que sus anhelos se puedan cumplir? Solo desde ellos podrá reivindicar igualdad.
Por todas las mujeres, de aquí y de allá, bien se merece “celebrar” este día en el que poder levantar la voz pidiendo el fin de ese trato a la vez que agradecemos a tantas mujeres su empeño y su vida para poder ser oídas, entonces y ahora y seguir luchando.